Texto Silvia García María – Fotos Silvia GM + Natalia Guadamillas
A las diez en punto de la mañana estaba entrando ya por la puerta principal del pabellón que acoge Cibeles. Atravesé la zona de stands, todavía apagada y con el personal de limpieza dejando a punto el escenario. Al pasar el backstage, de camino al camerino, me crucé con más de uno que todavía iba con la legaña pegada. Las modelos no. Ellas ya estaban en la sala de peluquería, poniéndose a punto para el primer desfile. A ocho metros, la puerta de María Barros ya estaba abierta. Dentro, la diseñadora y dos miembros de su equipo daban unas últimas puntadas. Al entrar, su mirada curiosa me miraba interrogante. En cuanto me presenté, pegó un saltó y me plantó dos besos: “Adriana -la responsable de comunicación- está a punto de llegar”, me dijo sonriente.
Cinco minutos después ya estaba en la sala Cibeles con Adriana preparando el sitting. Natalia Guadamillas, periodista y estilista, al ver la cantidad de trabajo que eso suponía, se ofreció a echarnos un cable. Puede que parezca sencillo, pero hay tan poco tiempo para colocarlo todo que sudamos la gota gorda.
A medida que se acercaban las 13 horas (momento del desfile) íbamos recibiendo a la prensa nacional e internacional, además de celebridades y clientes exclusivos de la marca. A falta de veinte minutos el personal de Ifema abre las puertas: unos momentos caóticos en los que debes controlar el gentío y sentar a cada periodista en su sitio. Mientras, en el camerino, María y su equipo visten a las modelos. Por supuesto, previamente, sobre cada percha se coloca el nombre, retrato, el look que llevará la maniquí y el número con en el que saldrá a escena.
En la sala, las luces se apagan y rápidamente todo el mundo ocupa sus asientos. Es la hora del espectáculo. Las propuestas de María Barros salen a la pasarela: la colección se centra en el negro y blanco, con una chaqueta roja de terciopelo y unos pantalones bombachos de raso rojo que además de levantar aplausos, rompen el binomio, sin restar coherencia. Las líneas entalladas pero cómodas. Las camisas y vestidos presentaban cuellos y adornos florales en el mismo tono, creando volúmenes sofisticados. Para la noche, traje largo de tejidos vaporosos con la espalda al aire y un ligero escote en el frontal. En definitiva, prendas con poesía.
Una vez finalizado el desfile, toca atender a la prensa. Entre Adriana y yo nos preocupamos de que María reciba a la mayor cantidad posible. Es el momento de comentar cómo ha ido la puesta en escena. Tras varias entrevistas, a eso de las 15.30, la promesa gallega se sienta por fin a la mesa en la que su familia (y también yo) estábamos comiendo. Fue ahí, en esa intimidad cuando me sentí reconfortada. No sólo por haber sido recibida como un miembro más, sino también por haber colaborado con una diseñadora que sé que acabará merendándose la Semana de la Moda de Nueva York.
GRaCIAS pOR ToDO!!! Tú mE EntiENdes! Me eNcanTó MAríA BarrOS…
yo me quejo… pero es que tú no paraste!!!
un abrazo,
jose
NO tuve la oportunidad de ver a Maria Barros, aunque me hubiera gustado…me encantan los vestidos de la primera foto..y super original el polisón negro de tul…me chifla!*
Visita mi blog! =;-D
http://www.claulovesfashion.blogspot.com
..muamua!!*
These pieces just leave me speacheless!
Me encantó el desfile de María Castro!
Besos,
Muchas gracias Mer, no sabes la ilusión que me ha hecho tu mensaje!
:-)
Me resulta curioso este post porque yo también estuve allí y, hasta donde yo sé, Silvia estaba ayudando a Teresa Helbig no a María Barros. De hecho, Silvia cerró las celebrities de Teresa, que al final no fueron casi ninguna. Había prometido Carmen Lomana y por allí no apareció. Por parte de María vino Kira Miró que, encima vino por una agencia de comunicación amiga de María.