Por Virginia Fernandez
La sala Lancia llena hasta los topes. La gente se va agolpando en las escaleras de las gradas, arriba del todo, de pie, en los pasillos; los de prensa de Amaya Arzuaga intentan colocar a todo el mundo. Las cámaras persiguen al front row. Las luces se encienden y apagan avisando de que el espectáculo va a comenzar.
Las tres y diez y por fin el piano suena y al compás los focos iluminan una pasarela flanqueada por una especie de jaula de hierro. Decía Amaya que su inspiración era la vuelta a la esencia, el origen de los materiales y las formas. Y lo ha plasmado a la perfección en una colección que daba comienzo en tonos grises, piedras y negros, algún blanco roto también, amenizado por unas medias de rayas y unos taconazos de infarto. Geometrías y puzzles forman faldas, chaquetas y vestidos. Maráñas de lana con mechas de cashmere en lo que parecen jerseys. Auténtica poesía futurista en forma de prendas.
Y de repente, un vestido absolutamente naranja, en lana hervida, marca el cambio de ritmo. Y empieza el color: más naranja y azul “ink” muy metalizado. Los aplausos llegan con un vestido largo negro, absolutamente maravilloso, con ese estudiado patronaje y corte que tan bien sabe hacer Amaya Arzuaga.
Aplausos sin contención para una Amaya Arzuaga que no decepciona. Sin duda, por desfiles así vale la pena Cibeles.
Amaya Arzuaga presented a great collection in Madrid Fashion Week yesterday, this orange dress in “boiled” wool was one good example of it.
Photo: Ifema
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