No hay duda que Brasil está pasando por un momento especial, impulsado sobretodo por el Mundial y las Olimpiadas. Actualmente, el interés por su cultura y economía rompió barreras y está en las conversaciones de todo el mundo. Ser brasileña y no estar ahí en un momento como este genera una serie de situaciones interesantes: a cada semana alguien me pregunta porque opté salir de un país tan bueno y prometedor para vivir en uno en crisis y alto nivel de paro. Quizá para los brasileños la realidad no sea tan optimista, pero  es verdad que hay grandes y buenas oportunidades en esta tierra mundialmente reconocida por la energía de las personas, por su belleza y  por sus recursos naturales.

Una de esas oportunidades seguramente está en la moda.  El momento económico favorable, junto con el interés de los brasileños por ese sector, hizo muchas marcas de lujo apostasen por el país. Los consumidores de Brasil tienen ojos muy atentos para la calidad, estilo y tendencias internacionales, siendo gran consumidores de prendas caras y sofisticadas. Atentas a eso, en los últimos cinco años marcas como Dior, Burberry, Prada, Chanel y Hermès empezaron sus operaciones en Brasil – y siguen en ascenso. Por otro lado, las fast fashion también se enfocaron en el mercado brasileño: Zara, por ejemplo, tiene 50 tiendas en el país – pero es importante destacar  que ese número podría ser mas alto ya que los costes tributarios de Brasil son muy caros, lo que dificulta la entrada de nuevas marcas. De todos los modos, Gap, TopShop y Forever 21 han conseguido iniciar sus operaciones recientemente (esta ‘ultima con colas de hasta 3 horas) y hay rumores que apuntan a que H&M aterrizará pronto al país.

En el mercado internacional, si antes éramos reconocidos solamente por Gisele Bündchen o por las chanclas Havaianas, hoy las cosas han cambiado mucho. En los últimos años hubo un boom de la moda de Brasil, evidenciado por ejemplo por el gran número de diseñadores brasileños que operan en el mundo. Es cierto que hay una demanda brutal por la “brasilidad”, traducida por una moda despojada, sexy y colorida. Pero por otro lado, la moda de Brasil parece estar alejándose de esos estereotipos para ofrecer algo que vaya más allá, como prendas realmente bien diseñadas, cool y sofisticadas – sin perder la identidad.

Ejemplos no faltan: Osklen, de Oskar Metsavaht, llevó su estilo conceptual y sofisticado a países como Estados Unidos, Australia, Italia, Grécia, Argentina y Japón. Patricia Bonaldi, famosa por sus vestidos bien acabados, hoy vende sus prendas en más de 15 países – incluso España. Martha Medeiros, conocida por sus elegantes encajes, está presente en tiendas de lujo como Bergdof Goodman (Estados Unidos), Luisa Via Roma (Italia) y Harvey Nichols (Inglaterra). Lenny Niemeyer, diseñadora de biquinis, conquistó celebridades como Carolina Herrera y Lady Gaga, y hoy cuenta con 23 tiendas solamente en Estados Unidos. Isolda, famosa por sus estampados de frutas combinados con elementos geométricos hoy viste las principales fashionistas del mundo. Y hay que subrayar un punto importante: todas estas marcas también están en su mejor momento dentro de Brasil.

Otros dos buenos ejemplos de la unión de la “brasinialidad cool” son las alianzas entre la marca carioca Farm y Adidas (que resultó en prendas deportistas con un toque tropical, vendidas en todo el mundo), y entre la brasileña Melissa y Karl Lagerfeld, que diseñó una colección elegante para la marca famosa por sus zapatos de plástico.

Si en el mundial el resultado de Brasil no fue nada satisfactorio, en la moda tenemos mucho lo que celebrar.